El fenómeno del sexting, anglicismo que proviene de la combinación sex (sexo) + texting (envío de SMS), es una práctica en aumento. Si en sus inicios se circunscribía al envío y recepción de imágenes o vídeos de contenido sexual a través de móviles, en la actualidad se ha extendido a otros dispositivos digitales, como los ordenadores. Ampliándose también sus consecuencias.
Uno de los principales riesgos derivados de la práctica de sexting es la sextorsión, es decir, ser víctima de un chantaje sexual originado a partir del envío de imágenes propias. El objeto de la coacción va desde ganar dinero a obtener más vídeos o fotos eróticas. La amenaza aparejada, por lo general, es siempre la misma y consiste en publicar las imágenes o enviarlas a familiares, amistades y seres queridos.
Sin embargo, en ocasiones las coacciones van más lejos y abarcan no sólo la vida personal sino también la vida profesional de la víctima, sea ésta estudiante o trabajadora. La vinculación de las imágenes eróticas con la web de la institución de enseñanza o con la empresa empleadora puede no únicamente afectar a su vida personal, sino arruinarle su vida profesional presente y futura.
No obstante, así como llamamos la atención sobre la importancia de que familiares y amistades presten ayuda a las víctimas de sextorsión, también deben hacerlo las instituciones donde éstas toman parte. La solución no radica en criminalizar a quien sufre coacciones, ello sólo intensifica el problema. Consiste, por el contrario, en ofrecer apoyo a la víctima y en identificar al autor o autora para, a continuación, iniciar una campaña de repudio contra dichas prácticas y acudir, si fuese necesario, a la policía.
Es más, tampoco consiste en ignorar la problemática, pues ello sólo reafirma a la víctima en su condición. El caso de Amanda Todd es ejemplo de ello. Durante tres años sufrió ciberbullying por parte de sus compañeros y compañeras en diferentes centros escolares. Sin que dichas instituciones hicieran nada. Una captura de imagen de su cámara web mientras ella, con 12 años, estaba siendo engañada para mostrar sus pechos y su posterior envío a amistades y familiares por parte del sextorsionador, fue el inicio de su calvario, el cual, tristemente, tan sólo vio fin con su suicidio.
Así pues, debemos tener claro en todo momento que quien aparece en la foto está siendo víctima de un delito y, en ningún caso, está manchando el nombre de ninguna institución, fuere esta cual fuere. Realizarse fotos de contenido erótico y enviarlas es una práctica que se enmarca en una relación íntima y no causa daño a nadie. Por eso, toda acción que traicione dicha confianza merece un absoluto rechazo así como un total apoyo a quien está viendo su honra, intimidad y privacidad vulneradas.
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